Cuando empiezo a trabajar con una clienta por primera vez, siempre le pregunto cuál es su objetivo. Qué le gustaría lograr trabajando conmigo.
Si el trabajo está orientado a lograr un cuerpo más fuerte y saludable, la mayoría de las veces recibo respuestas de este estilo: «Quiero verme como Gisele Bündchen, Gwyneth Paltrow o… (introduce aquí el nombre de cualquier otra celebrity».
A lo que yo contesto: «Bueno, no creo que lo logres trabajando conmigo. Pero puedes escribirle una carta a Dios pidiéndole una especie de reencarnación o milagro; a ver si responde». Después del shock inicial que les genera mi comentario, se empiezan a reír. Se dan cuenta de que su respuesta fue un tanto absurda, dado que sólo se puede tener un cuerpo. Tu cuerpo. Tú puedes convertirte en la mejor versión de ti misma, pero es imposible tener el cuerpo de otra persona. Las comparaciones no conducen a nada positivo.
Compararnos constantemente con los demás, desear ser como otras personas, es algo habitual. Y no sólo ocurre con la imagen corporal. Quizás compares tu carrera profesional con la de otra persona que, según tu percepción, tiene una trayectoria mejor que la tuya. O tal vez tus relaciones, tus amistades, tu cuenta bancaria e incluso tu vestuario. O peor aún, ¡todo ello!
Claro que yo también he caído en la trampa de compararme con otras personas. De vez en cuando, me doy cuenta de que he vuelto a caer en la misma historia de siempre. Resulta fácil caer en la trampa de las comparaciones.
Empezamos por observar a alguien que admiramos, o que nos inspira. Acto seguido uno está pensando: «Ella sí que tiene éxito. Mi carrera profesional, en cambio, es espantosa. Tiene un cuerpo perfecto; yo no. ¿Por qué no puedo organizar mi vida como lo hace ella?» Y entonces nos creemos que nuestra manera de hacer las cosas no es válida, que la forma correcta debe ser la de los demás.
¿Por qué nos hacemos esto? ¿Por qué nos resulta tan fácil compararnos con los demás?
Creo que, a veces, queremos saber si lo que estamos haciendo es correcto; buscamos algún tipo de feedback. Otras veces nos compararnos con alguien que, según nuestra opinión, no lo está haciendo tan bien como nosotras (para sentirnos bien por ello). Y muchas otras veces lo hacemos porque nos sentimos mal. Nos sentimos mal con nosotras mismas y queremos validar esos pensamientos saboteadores.
Sea por la razón que fuere, las comparaciones no nos hacen bien. Realmente no nos sirven de nada.
Enfocar nuestra energía en la manera de hacer las cosas de las demás sólo nos aleja de la nuestra. ¡Tuitéalo!
Por ello, durante esta semana, te propongo que te enfoques únicamente en ti, en tu propio camino.
Aquí 3 tips que te ayudarán cuando la cosa se ponga difícil…
1. Gratitud. Por lo general, al compararnos con otras personas estamos tan concentradas en aquello que tienen los demás y nosotras no, que no apreciamos todas las cosas impresionantes que hay en nuestra propia vida. Así que, si te das cuenta de que estás empezando a caer en el juego de las comparaciones, para y escribe 10 cosas por las que te sientes agradecida.
2. ¡Date cuenta de que realmente vales! Que sólo hay una persona como tú y que eres fantástica. Ya sé que puede resultarte difícil. Pero te voy a contar un truco que yo misma utilizo. Hace unos años, cuando trabajaba en Lululemon, me dieron unos CD de Brian Tracey en los que salía este ejercicio que nunca olvidaré: Cuando te sientas mal, ponte delante de un espejo y repite «Me gusto. Me gusto». Al principio quizás te sientas un poco rara o medio loca. Pero después de repetirlo varias veces, no podrás evitar sonreír y sentirte bien contigo misma. De verdad. Es un ejercicio muy potente y divertido.
3. Respeta tu manera de hacer las cosas. No existe tal cosa como el momento perfecto o adecuado para alcanzar tus objetivos. Comparar tu carrera con la de alguien que tiene 2 años más de experiencia que tú; o tu cuerpo con el de alguien que lleva 3 años poniéndose en forma, mientras que tú estás empezando a hacer algunos cambios saludables en tu vida, es absurdo. Tú eres tú. Y estás donde estás. Si estás cayendo de nuevo en el juego de las comparaciones, ¡para! Haz una lista de los mayores logros o momentos de tu vida que te hayan hecho sentir fuerte y plena.
Me encantaría saber de ti. En los comentarios a continuación, puedes compartir un aspecto de tu vida en el que te hayas comprometido a frenar el juego de las comparaciones.
Como siempre, gracias por leerme.
Ana